Mi estado viajaba entre un claro R.E.M. y la realidad.
No entendía mucho, pero de repente pude verme allí, dibujado en el sueño.
Caminaba por un bosque, que después de un claro, daba a un manantial,
con una inmensa y transparente caída de agua.
Lo sentía latir, partirme la cabeza en dos, con alaridos incesables pidiendo estallar.
Fue así, que agarré mi cabeza, y por la parte donde se encontraba mi frente,
abrí mi craneo en dos; sentí mi cabeza separarse, y lo tomé.
Con mi cerebro en las manos, pude visualizar, como latía, saturado,
extenuado, pidiendo calmar su dolor.
Fue allí, que en medio de ese lugar tan perfecto, apareció aquella divinidad,
que sin lugar a dudas, no tenía el más mínimo aspecto humano.
Su cabeza era la de un lobo, y su cuerpo la de un esbelto ser humano.
Sabía de quién se trataba, (influencia o no de la literatura).
Tomó mi cerebro y lo mantuvo levitando mientras se acercaba
a una caída menos violenta de la catarata que se encontraba cerca a nosotros.
Recíen ahí lo tomó con una suavidad extrema, seguramente propia de las divinidades.
Lavó mi cerebro con el agua pura y virgen que caía lentamente, sin prisa, pero sin pausa.
Luego, lo volvió a hacer flotar mientras se acercaba hacia mí,
y me lo entrego sin decir ni una sola palabra.
Yo lo tomé, y sintiendo una energía tremenda, nueva y pura entre mis manos
lo volví a colocar dentro de mi cabeza, que se volvió a soldar.
El me miró otra vez, me regaló su silencio, dió media vuelta y marchó.
Yo... me acababa de despertar.
No entendía mucho, pero de repente pude verme allí, dibujado en el sueño.
Caminaba por un bosque, que después de un claro, daba a un manantial,
con una inmensa y transparente caída de agua.
Lo sentía latir, partirme la cabeza en dos, con alaridos incesables pidiendo estallar.
Fue así, que agarré mi cabeza, y por la parte donde se encontraba mi frente,
abrí mi craneo en dos; sentí mi cabeza separarse, y lo tomé.
Con mi cerebro en las manos, pude visualizar, como latía, saturado,
extenuado, pidiendo calmar su dolor.
Fue allí, que en medio de ese lugar tan perfecto, apareció aquella divinidad,
que sin lugar a dudas, no tenía el más mínimo aspecto humano.
Su cabeza era la de un lobo, y su cuerpo la de un esbelto ser humano.
Sabía de quién se trataba, (influencia o no de la literatura).
Tomó mi cerebro y lo mantuvo levitando mientras se acercaba
a una caída menos violenta de la catarata que se encontraba cerca a nosotros.
Recíen ahí lo tomó con una suavidad extrema, seguramente propia de las divinidades.
Lavó mi cerebro con el agua pura y virgen que caía lentamente, sin prisa, pero sin pausa.
Luego, lo volvió a hacer flotar mientras se acercaba hacia mí,
y me lo entrego sin decir ni una sola palabra.
Yo lo tomé, y sintiendo una energía tremenda, nueva y pura entre mis manos
lo volví a colocar dentro de mi cabeza, que se volvió a soldar.
El me miró otra vez, me regaló su silencio, dió media vuelta y marchó.
Yo... me acababa de despertar.
Pero que te fumaste antes de dormir? jajajaja.
ResponderEliminarIgual intenté interpretarlo, soy genial.
umm hay leer a freud , a ver que dice jeje !!!!
ResponderEliminarpero en defiunitiva abriste tru cerebro
tengo un amigop que es udita y que dice
"la mente es como un parafuas , solo sirve si se abre"
Guau! Pero que impresionante... Sin duda hay un mensaje en todo esto, sabelo.
ResponderEliminarUn abrazo grande.