martes, 5 de abril de 2011

Norte



Los kilómetros se van diluyendo
y palpo el rodar de esta ruta
que, (una vez más),
marca el cero.
Vuelvo, (otra vez)
entre anhelos y tristezas
que me gritan al oído,
despacito,
en la impotencia,
que el regreso es inminente.

Norte, incógnita o destino incierto
para el mapa de mis sueños,
de mi gélida brújula, la otra cara,
de la luz, candil rival
antítesis cardinal del lugar donde algún día
finalmente me encontré y comprendí mi gran verdad.

Norte, lejano norte, caluroso norte...
que me abraza entre sus cerros,
sus colores, su respeto, su cultura, su hermandad.

Que me enseña, me susurra,
desentraña mi cabeza,
me seduce, y me desmuestra
que la piel vuelve a cambiar.

Y no hay espejos,
y no hay reflejos,
solo está el todo,
la integridad.

Y la ceguera, ya no es ceguera,
y la mirada es más mirada
lo entendí a Mario:
los ojos cambian, nunca el mirar.*

Y mientras vuelvo y me repaso
me impregno en tinta
quiebro mi ocaso
soy estandarte de mi verdad:
que mucho es poco,
pero se sangra,
que sólo es uno
la propia traba
mutar las alas
es decidir, luego accionar.

Los kilómetros se van diluyendo
y palpo el planear sobre esta ruta
que, (por primera vez),
la veo desde acá arriba.


Matías D. Roldán



* los ojos cambian, nunca la mirada.
(Nunca la mirada, Mario Benedetti)