martes, 3 de septiembre de 2013

Desierto de ausencia

 

El infierno empezó de nuevo.
Estoy tirado en la cama y soy un espectador.
El techo parece estar a kilómetros,
las paredes se agrandan y se alejan con cada segundo.
La ausencia gana territorio con cada minuto que pasa.
Y yo desde acá, desde la cama, observo todo.
Cada uno de los objetos de este cuarto me habla de vos.
Cada prenda de ropa, perfume, papel, la lámpara,
el ropero... cada cosa tiene una historia tuya para contarme.
Recorro la cama una y otra vez,
la palpo, la subo, la bajo , le doy vueltas...
pero no te encuentro, no estás.
Entonces empiezan las preguntas
(sin respuestas),
las imágenes en la cabeza,
los recuerdos, los momentos,
el tormento mental.
Trato de responderme,
y me encuentro culpándome,
de todos los errores que cometí,
de mi ansiedad, de quererlo todo y ya,
para mí, para vos, para nosotros.
La culpa de vivir este karma
de ser tan sensible,
de necesitar tanto,
de no poder medir losputossentimientos.
Y vos tán fría,
tan calculadora,
tan en su medida,
tan colgada del brazo de la libertad
con los ojos cerrados.
Me duele la espalda, la tensión es tremenda,
me doy vuelta y encuentro una montaña de "mochilas" apiladas sobre mí.
Empiezo a mirarlas
y tienen errores, pifiadas,
disculpas en vano, una bolsa grande que dice:
"La misma piedra: el artículo número uno para simbolizar
la repetición de errores desde comienzos de la humanidad".
Todas tienen mi nombre,
pero también cuando empiezo a examinar a fondo,
me encuentro con mochilas que son tuyas:
irritabilidad, nerviosismo, orgullo, dolor,
miedo, cansancio, violencia, DUDA.
No entiendo porqué estaban sobre mis hombros.
Pero igual las llevé, tal vez sin darme cuenta,
pero lo hice sin quejarme.
Mirándolas surge la pregunta:
¿Siempre viajaron conmigo o las dejaste cuando te fuiste?.
Nunca me lo voy a poder responder.
La luz se empieza a colar por las rendijas de la persiana,
y es el único indicio que tengo que afuera ya empieza a asomar el día.
Esta habitación no tiene relojes,
el celular hace rato que quedó sin batería
y se murió por algún rincón entre las sábanas.
Yo me senté en la computadora a escribirte,
y decidí que era buena idea detener el reloj.
Ahora marca 2 de septiembre de 2013, 23:15 horas.
Ahí, para mí, es donde terminó el indicio del tiempo.
Ahora vivo en un desierto atemporal.
La cama ya está deshecha,
es toda una masa amorfa
que se esfuerza en mantenerme con ella,
en hacerme parte de sus laberintos,
y yo la complazco, no tengo razón para escapar.
Vuelvo a mirar,
vuelvo a repasar cada historia de
los objetos que hay en mi cuarto,
no sé si es una casualidad (si es que existen)
una certeza, o una burla del destino,
pero cada objeto tiene para decir algo de vos...
(o tal vez es mi mente creando relaciones que no existen).
Entonces me lleno de angustia,
me abrazo a la almohada y lloró.
Lloró con fuerza, con ganas,
pensando que si lo hago lo suficientemente fuerte,
voy a poder sacar todo este dolor de adentro,
extirpar el vacío,
pero no sirve de nada.
Me vuelvo a fundir en la cama.
Entonces como sorpresa,
ahí en un rincón,
como escondido,
como esperando a ser descubierto
en el momento exacto,
me encuentro tu pijama.
Siento un alivio, una oleada de paz adentro mío,
como si el objeto inanimado y expectante,
me viniera a consolar.
Lo abrazo tan fuerte que lo estrujo todo.
Tiene tu perfume.
Y eso te hace estar acá.
Entonces lo acomodo, me abrazo a él,
y lo convierto en mi tesoro más grande.
Lo huelo, le hablo, lo trato como si estuvieras conmigo,
le digo, "gorda te extraño, vení abrazame".
Y el está ahí y me abraza,
y parece que tu perfume
se va a quedar para siempre conmigo.
Entonces me tapo, lo vuelvo a mirar
y me duermo tranquilo abrazado al pijama.
Pero pasadas las horas, vuelvo a despertar.
Afuera del otro lado de la puerta,
se escuchan voces, movimiento, gente viviendo,
recuerdo que tengo una familia.
Pero decido quedarme acá,
con mi infierno,
con mi cama,
con mi tesoro,
con mi pijama.
De vez en cuando alguien abre la puerta,
se asoma y me pregunta por la comida,
yo les respondo: "no, gracias, estoy bien".
Y me acuesto otra vez,
y le hablo a tu pijama
para sentirte cerca.
Y me pongo a esperar,
este tiempo sin tiempo,
en este desierto de ausencia,
en el que decidí vivir,
esperando el día
en que decidas volver.
Te extraño,
te necesito,
te amo,
sólo espero que estés bien
en donde quiera que estés.
 
 
LokoPoeta