viernes, 7 de junio de 2013

Entrañas



Estoy frente al espejo... ahí estoy.
Una montaña de causas y efectos,
un puñado de decisiones mal tomadas,
un montón de vestigios de perdones rematados.
Siempre subido a la vorágine de las intensidades,
con la soga en el cuello de mi "yo racional",
con los hilos tensados, cuelgo para el show.
Y una vuelta, y otra vuelta, y también una más...
¿cuánto es posible presionar a mis límites?;
jugar a marcar una "x" más, más allá del horizonte,
rayuela sin cielo ni tierra, solo el vicio de jugar una-vez-más.
Y abajo de los párpados, allá en algún lugar,
donde la mente dibuja conectada a la sangre,
que bombea para recordarme (cada segundo): "estás vivo"...
debe yacer el amor.
Caliente, espeso, justo para servirse a 36 o 37 grados,
depende de la locura, la intensidad, lo cotidiano del día.
A veces juego a creer que lo controlo,
me divierte la idea de pensar de que puedo manejarlo.
Pero cuando el viaje termina 
y la adrenalina se baja de mis venas,
el paño me muestra cada vez menos fichas,
y una sonrisa irónica
de este "dígalo con mímica" del libre albedrío.
Y me olvido de quién soy,
de quién era,
de lo que quería ser,
y me encuentro de nuevo volviendo a la tinta,
mientras escondo la dinamita,
y sigo midiendo la mecha: una y otra vez.


LokoPoeta

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